Anthony Weston "Las claves de la argumentación" cap. 1

 

Prof. Ana Singlan – Filosofía 4

 

Anthony Weston

 

¿Por que argumentar?

 

Algunas personas piensan que argumentar es, simplemente, exponer sus prejuicios bajo una nueva forma. Por ello, muchas personas también piensan que los argumentos son desagradables e inútiles. Una definición de «argumento» tomada de un diccionario es «disputa». En este sentido, a veces decimos que dos personas «tienen un argumento»: una discusión verbal. Esto es algo muy común. Pero no representa lo que realmente son los argumentos.

En este libro, «dar un argumento» significa ofrecer un conjunto de razones o de pruebas en apoyo de una conclusión. Aquí, un argumento no es simplemente la afirmación de ciertas opiniones, ni se trata simplemente de una disputa. Los argumentos son intentos de apoyar ciertas opiniones con razones. En este sentido, los argumentos no son inútiles, son, en efecto, esenciales.

El argumento es esencial, en primer lugar, porque es una manera de tratar de informarse acerca de que opiniones son mejores que otras. No todos los puntos de vista son iguales. Algunas conclusiones pueden apoyarse en buenas razones, otras tienen un sustento mucho más débil. Pero a menudo, desconocemos cual es cual. Tenemos que dar argumentos en favor de las diferentes conclusiones y luego valorarlos para considerar cuan fuertes son realmente.

 En este sentido, un argumento es un medio para indagar. Algunos filósofos y activistas han argüido, por ejemplo, que la «industria de la cría» de animales para producir carne causa inmensos sufrimientos a los animales, y es, por lo tanto, injustificada e inmoral. ¿Tienen razón? Usted no puede decidirlo consultando sus prejuicios, ya que están involucradas muchas cuestiones. ¿Tenemos obligaciones morales hacia otras especies, por ejemplo, o sólo el sufrimiento humano es realmente malo? ¿En que medida podemos vivir bien los seres humanos sin comer carne? Algu­nos vegetarianos han vivido hasta edades muy avanzadas, ¿muestra esto que las dietas vegetarianas son más saludables? ¿O es un dato irrelevante considerando que algunos no vegetarianos también han vi­vido hasta edades muy avanzadas? (Usted puede realizar algún progreso preguntando si un porcentaje más alto de vegetarianos vive más años.) ¿O es que las personas más sanas tienden a ser vegetarianas, o a la inversa? Todas estas preguntas necesitan ser consideradas cuidadosamente, y las respuestas no son claras de antemano.

Argumentar es importante también por otra razón. Una vez que hemos llegado a una conclusión bien sustentada en razones, la explicamos y la defendemos mediante argumentos. Un buen argumento no es una mera reiteración de las conclusiones. En su lugar, ofrece razones y pruebas, de tal manera que otras per­sonas puedan formarse sus propias opiniones por sí mismas. Si usted llega a la convicción de que esta claro que debemos cambiar la manera de criar y de usar a los animales, por ejemplo, debe usar argumen­tos para explicar como llego a su conclusión, de ese modo convencerá a otros. Ofrezca las razones y prue­bas que a usted le convenzan. No es un error tener opiniones. El error es no tener nada más.

 

 

Comprender los ensayos basados en argumentos

 

Las reglas que rigen los argumentos, entonces, no son arbitrarias: tienen un propósito especifico. Pero los estudiantes (al igual que otros escritores) no siempre comprenden ese propósito cuando por primera vez se les asigna la realización de un ensayo escrito basado en argumentos; y si no se entiende una tarea, es poco probable que se realice correctamente. Muchos estudiantes, invitados a argumentar en favor de sus opiniones respecto a determinada cuestión, transcriben elaboradas afirmaciones de sus opiniones, pero no ofrecen ninguna autentica razón para pensar que sus propias opiniones son las correctas. Escriben un ensayo, pero no un ensayo ba­sado en argumentos.

Este es un error natural. En el bachillerato, se pone el acento en el aprendizaje de cuestiones que son totalmente claras e incontrovertidas. Usted no necesita argumentar que la Constitución de los Estados Unidos establece las tres ramas del gobierno, o que Shakespeare escribió Macbeth. Estos son hechos que usted necesita tan sólo dominar, y que en sus trabajos escritos sólo necesita exponer.

Los estudiantes llegan a la universidad esperando más de lo mismo. Pero muchos cursos de la universi­dad, especialmente aquellos en los que se asignan tra­bajos escritos, tienen un objetivo diferente. Estos cur­sos se interesan por los fundamentos de nuestras creencias y exigen de los estudiantes que cuestionen sus propias creencias, y que sometan a prueba y defiendan sus propios puntos de vista. Las cuestiones que se discuten en los cursos de las universidades no son a menudo aquellas cuestiones tan claras y seguras. Si, la Constitución establece tres ramas de gobierno, pero, ¿debe tener la Corte Suprema, realmente, el poder de veto sobre las otras dos? Si, Shakespeare escribió Macbeth, pero ¿cual es el sentido de este drama? Razones y pruebas pueden darse para diferentes respuestas. En estos cursos los estu­diantes tienen la tarea de aprender a pensar por sí mismos, a formar sus propias opiniones de una manera responsable. La capacidad para defender sus propias opiniones es una medida de esta capacidad, y, por ello, los ensayos basados en argumentos son tan importantes.

En efecto, como explicare en los capítulos VIII − X, para escribir un buen ensayo basado en argumentos usted debe usar argumentos tanto como un medio para indagar, como para explicar y defender sus pro­pias conclusiones. Debe presentar el trabajo examinando los argumentos de sus contrincantes y luego debe escribir el ensayo mismo como un argumento defendiendo sus propias conclusiones con argumen­tos y valorando críticamente algunos de los argu­mentos de la parte contraria.

 

 

 

 

 

Capítulo I

LA COMPOSICIÓN DE UN ARGUMENTO CORTO

 

Algunas reglas generales

 

 

El capítulo I ofrece algunas reglas generales para componer argumentos cortos. Los capítulos II al VI tratan tipos específicos de argumentos cortos.

 

 

1. Distinga entre premisas y conclusión

El primer paso al construir un argumento es preguntar: ¿Qué estoy tratando de probar? ¿Cuál es mi conclusión?¿Recuerde que la conclusión es la afirmación en favor de la cual usted esta dando razones. Las afirmaciones mediante las cuales usted ofrece sus ra­zones son llamadas «premisas».

Considere esta broma de Winston Churchill:

 

Sea optimista. No resulta de mucha utilidad ser de otra manera.

 

Este es un argumento porque Churchill esta dando una razón para ser optimista: su premisa es que «no resulta de mucha utilidad ser de otra manera».

La premisa y la conclusión de Churchill son bastante obvias, pero las conclusiones de algunos argu­mentos pueden no ser obvias hasta el momento en que se las señala. Sherlock Holmes tiene que explicar una de sus conclusiones clave en La aventura de Sil­ver Blaze:

 

Un perro estaba encerrado en los establos, y, sin embargo, aunque alguien había estado allí y había sacado un caballo, no había ladrado [...] Es obvio que el visitante era alguien a quien el perro conocía bien...

 

Holmes tiene dos premisas. Una es explicita: el perro no ladró al visitante. La otra es un hecho gene­ral acerca de los perros que presume que nosotros conocemos: los perros ladran a los desconocidos. Estas dos premisas juntas implican que el visitante no era un desconocido.

Cuando usted utilice argumentos como un medio de indagación, tal como lo describí en la Introducción, puede comenzar, a veces, tan sólo con la con­clusión que quiere defender. Antes que nada, expóngala con claridad. Si quiere tomar a Churchill y seguir sus palabras, y argüir que debemos ser verdaderamente optimistas, dígalo así de explicito. Entonces, pregúntese a sí mismo que razones tiene para extraer esa conclusión. ¿Qué razones puede dar para probar que debemos ser optimistas?

Usted podría apelar a la autoridad de Churchill; si Churchill dice que debemos ser optimistas, ¿quiénes somos usted y yo para criticarlo? Sin embargo, esta apelación no le llevara muy lejos, ya que es probable que un número igual de personas famosas recomendaran el pesimismo. Usted tendría que pensarlo por su propia cuenta. Una vez más: ¿Cuál es su razón para pensar que debemos ser optimistas?

Quizás su idea es que ser optimista le da más energía para trabajar en pos del éxito, mientras que los pesimistas se sienten derrotados desde el comienzo y, por lo tanto, ni siquiera lo intentan. Enton­ces, usted tiene una premisa principal: los optimistas probablemente tienen más éxito en alcanzar sus objetivos. (Quizás esto es lo que Churchill quería decir también.) Si esta es su premisa, dígalo explícitamente.

Una vez que haya terminado de leer este libro, tendrá un catalogo útil de muchas de las diferentes formas que los argumentos pueden tener. Úselos para desarrollar sus premisas. Para defender una generalización, por ejemplo, examine el capítulo II; le recordara que necesita dar una serie de ejemplos como pre­misas y le dirá que tipo de ejemplos tiene que buscar. Si su conclusión necesita un argumento «deductivo» como los explicados en el capítulo VI, las reglas que se presentan en ese capítulo le dirán que premisas ne­cesita. Puede que precise intentar muchos argumentos diferentes antes de que encuentre uno que opere adecuadamente.

 

 

2. Presente sus ideas en un orden natural

 

Usualmente, los argumentos cortos se escriben en uno o dos párrafos. Ponga primero la conclusión seguida de sus propias razones, o exponga primero sus premisas y extraiga la conclusión al final. En cualquier caso, exprese sus ideas en un orden tal que su lfnea de pensamiento se muestre de la forma más natural a sus lectores. Considere este argumento corto de Bertrand Russell:

 

Los males del mundo se deben tanto a los defectos morales como a la falta de inteligencia. Pero la raza humana no ha descubierto hasta ahora ningún método para erradicar los defectos morales [...] La inteligencia, por el contrario, se perfecciona fácilmente mediante métodos que son conocidos por cualquier educador competente. Por lo tanto, hasta que algún método para enseñar la virtud haya sido descubierto, el progreso tendrá que buscarse a través del perfeccionamiento de la inteligencia antes que del de la moral.[1]

 

En este pasaje, cada afirmación conduce naturalmente a la siguiente. Russell comienzaf señalando las dos fuentes del mal en el mundo: «los defectos morales», como el los denomina, y la falta de inteligencia. Afirma entonces que desconocemos como corregir «los defectos morales», pero que sabemos como corregir la falta de inteligencia. Por lo tanto —adviértase que la expresión «por lo tanto» indica claramente su conclusión—, el progreso tendrá que llegar mediante el perfeccionamiento de la inteligencia.

Cada frase de la cita esta precisamente en el lugar que le corresponde, a pesar de que había muchísimos lugares para el error. Supóngase que Russell hubiera escrito, en cambio, algo similar a esto:

 

Los males del mundo se deben, por completo, tanto a los defectos morales como a la falta de inteligencia. Hasta que algún método para enseñar la virtud haya sido descubierto, el progreso tendrá que buscarse a través del perfeccionamiento de la inteligencia antes que del de la moral. La' inteligencia se perfecciona fácilmente por métodos que son conocidos por cualquier educador competente. Pero la raza humana no ha descubierto hasta ahora ningún medio para erradicar los defectos morales.

 

Son exactamente las mismas premisas y conclusión, pero están en un orden diferente, y la expresión «por lo tanto», previa a la conclusión, fue omitida. Ahora el argumento es mucho más difícil de entender: las premisas no están entrelazadas naturalmente, y usted tiene que leer el pasaje hasta dos veces para comprender cual es la conclusión. No cuente con que sus lectores sean tan pacientes.

Intente reordenar varias veces su argumento con el objeto de encontrar el orden más natural. Las reglas que se presentan en este libro deben ayudarle: puede usarlas no sólo para reconocer que premisas necesita, sino también para saber como ordenarlas en el orden más natural.

 

 

3. Parta de premisas fiables

 

Aun si su argumento, desde la premisa a la con­clusión, es válido, si sus premisas son débiles, su con­clusión será débil.

 

Nadie en el mundo es realmente feliz en la ac­tualidad. Por lo tanto, parece que los seres humanos no están hechos precisamente para alcanzar la felicidad. ¿Por qué deberíamos esperar lo que nunca podemos encontrar?

 

La premisa de este argumento es la afirmación de que nadie en el mundo es realmente feliz en la actua­lidad. Pregúntese si la premisa es plausible. ¿Nadie en el mundo es realmente feliz en la actualidad? Esta premisa necesita, al menos, alguna justificación, y es muy probable que no sea precisamente verdadera. Este argumento no puede mostrar, entonces, que los seres humanos no estamos hechos para alcanzar la felicidad, o que no debemos esperar ser felices.

A veces resulta fácil partir de premisas fiables. Puede tener a mano ejemplos bien conocidos, o autoridades bien informadas que están claramente de acuerdo. Otras veces es más difícil. Si usted no esta seguro acerca de la fiabilidad de una premisa, puede que tenga que realizar alguna investigación, y/o dar algún argumento corto en favor de la premisa misma. (Volveremos a este tema en los últimos capítulos, especialmente en el apartado A.2 del capítulo VII.) Si encuentra que no puede argüir adecuadamente en fa­vor de su(s) premisa(s), entonces, por supuesto, tiene que darse completamente por vencido, y comenzar de otra manera.

 

 

4. Use un lenguaje concreto, específico, definitivo

 

Escriba concretamente, evite los términos generales, vagos y abstractos. «Caminamos horas bajo el sol» es infinitamente mejor que «Fue un prolongado periodo de esfuerzo laborioso».

 

no:

 

Para aquellos cuyos papeles involucraban primariamente la realización de servicios, a diferencia de la adopción de las responsabilidades de lider, la pauta principal parece haber sido una respuesta a las obligaciones invocadas por el lider que eran concomitantes al estatus de miembro en la comunidad societaria y a varias de sus unidades segmentales. La analogía moderna más próxima es el servicio militar realizado por un ciudadano normal, excepto que al líder de la burocracia egipcia no le hacia falta una emergencia especial para invocar obligaciones legítimas.[2]

 

SÍ:

 

En el antiguo Egipto, la gente común estaba sujeta a ser reclutada para el trabajo.

 

 

5. Evite un lenguaje emotivo

No haga que su argumento parezca bueno caricaturizando a su oponente. Generalmente, las personas defienden una posición con razones serias y sinceras. Trate de entender sus opiniones aun cuando piense que están totalmente equivocadas. Una persona que se opone al uso de una nueva tecnología no esta necesariamente en favor de «un retorno a las cavernas», por ejemplo, y una persona que defiende la reducción de los gastos militares no esta necesariamente en favor de «rendirse al enemigo». Si usted no puede imaginar como podría alguien sostener el punto de vista que usted esta atacando, es porque todavía no lo ha entendido bien.

En general, evite el lenguaje cuya única función sea la de influir en las emociones de su lector u oyente, ya sea en favor o en contra de las opiniones que esta discutiendo. Este ess un ejemplo de lenguaje «emotivo»:

 

El sabotaje electoral jugo un papel importante en la guerra secreta en Brasil. La CIA invirtió unos 20 millones de dólares para financiar a los conservadores en la elección brasileña de [...] El dinero fue usado para comprar a los candidatos en ocho de las once elecciones a gobernador...[3]

 

Aquí, el término breve «guerra» es en sí mismo emotivo: no se discuten enredos militares. «Sabotaje» y «compra» son también inapropiados. Una elección puede ser auténticamente «saboteada» si las urnas de todo el país son violentadas, y un funcionario fue «comprado» si se le pago para votar «tal» como se le indico. En este extracto, sin embargo, la CIA sólo es acusada de dar dinero a los candidatos conservadores en la contienda electoral. No esta claro que alguien sea «comprado» solamente si oculta las aportaciones económicas a la campana electoral; especialmente si ya se está comprometido con aquellos puntos de vista que la CIA favorece. Entonces la primera frase debe leerse:

 

La CIA trato de influir en la elección brasileña entregando dinero a los candidatos conservadores.

 

La afirmación neutralizada no excusa los enredos económicos de la CIA. Por el contrario, ahora todo debe ser tornado más seriamente. El lenguaje emotivo Y predica sólo para el converso, pero una presentación cuidadosa de los hechos puede, por sí misma, convencer a una persona.

 

 

6. Use términos consistentes

 

Use un sólo conjunto de términos para cada idea. Si quiere argüir que las opiniones del senador Gunderson son liberales, entonces use la palabra «liberal» en sus premisas y no (o no exclusivamente) palabras como «de tendencia izquierdista» o «en la tradición del New Deal».

Los términos consistentes son especialmente importantes cuando su propio argumento depende de las conexiones entre las premisas.

 

NO:

 

Si usted estudia otras culturas, entonces comprenderá que hay una diversidad de costumbres humanas. Si entiende la diversidad de las practicas sociales, entonces cuestionara sus propias costumbres. Si le surgen dudas acerca de la manera en que tiene que actuar, entonces se volverá más tolerante. Por lo tanto, si amplia su conocimiento de antropología, entonces será más probable que acepte otras personas y practicas sin criticarlas.

 

SI:

 

Si usted estudia otras culturas, entonces comprenderá que hay una diversidad de costumbres humanas. Si comprende que hay una diversidad de costumbres humanas, entonces cuestionara sus pro­pias costumbres. Si cuestiona sus propias costum­bres, entonces se volverá más tolerante. Por lo tanto, si usted estudia otras culturas, entonces se volverá más tolerante.

 

En ambas versiones, cada una de las frases tiene la forma «Si X, entonces Y». Pero en la segunda ver­sión, la «Y» de la primera premisa es exactamente la «X» de la segunda, la «Y» de la segunda es exacta­mente la «X» de la tercera, y así sucesivamente. (Vuelva atrás y relea.) Este es el motivo de por que el segundo argumento es fácil de leer y entender: forma una especie de cadena. En la primera versión, la «Y» de la primera premisa sólo es aproximadamente la «X» de la segunda; la «Y» de la segunda sólo aproximadamente la «X» de la tercera, y así sucesivamente. Aquí, cada «X» e «Y» esta escrita como si el autor hubiera consultado un diccionario en cada oportunidad. «Más tolerante» en la tercera premisa, por ejemplo, esta escrita en la conclusión como «es más pro­bable que acepte otras personas y practicas sin criticarlas». Como resultado de ello, la estrecha conexión entre las premisas, y entre estas y la conclusión, se pierde. El escritor presume de sí mismo, pero el lector —que no tiene el privilegio de conocer la estructura del argumento desde el inicio— se queda sin saber que pensar.

 

 

7. Use un único significado para cada término

 

La tentación opuesta es usar una sola palabra en más de un sentido. Esta es la falacia clásica de la «ambigüedad».

 

Las mujeres y los hombres son física y emocionalmente diferentes. Los sexos no son «iguales». Entonces, y por lo tanto, el derecho no debe preten­der que lo seamos.

 

Este argumento puede parecer plausible a primera vista, pero opera con dos sentidos diferentes de «igual». Es verdad que los sexos no son física y emocionalmente «iguales», en el sentido en el que «igual» significa, simplemente, «idéntico». «Igualdad» ante la ley, sin embargo, no significa «física y emocionalmente idénticos», sino más bien, «merecer los mismos derechos y oportunidades». Entonces, una vez reescrito el argumento con los dos sentidos diferentes de «igual» previamente aclarados, queda:

 

Las mujeres y los hombres no son física ni emocionalmente idénticos. Por lo tanto, las mujeres y los hombres no merecen los mismos derechos y oportunidades.

 

Esta versión del argumento ya no utiliza de manera ambigua el término «igual», pero todavía no es un buen argumento, tan sólo es el mismo argumento original e insuficiente, pero con su insuficiencia al descubierto. Una vez eliminada la ambigüedad, aparece con claridad que la conclusión de ese argumento no se apoya en, ni esta vinculada incluso a, la premisa. No se ofrece ninguna razón para mostrar que las diferencias fisicas y emocionales deban tener algo que ver con los derechos y oportunidades.

A veces estamos tentados de dar respuestas equivocas utilizando una palabra clave de manera vaga. Considere la siguiente conversación:

 

A: ¡En el fondo, todos somos nada más que egoístas!

B: Pero, ¿y Juan?; ¡mira como se dedica a sus hijos!

A: Sólo hace lo que realmente quiere hacer: ¡aun eso es ser egoísta!

 

Aquí el significado de «egoísta» cambia de la primera afirmación que hace A, a la segunda. En la primera afirmación entendemos que «egoísta» significa algo bastante específico: el comportamiento codicioso, egocéntrico, al que ordinariamente denominamos «egoísta». En la respuesta de A a la objeción de B, A amplía el significado de «egoísta» para incluir también comportamientos aparentemente no egoístas, extendiendo la definición simplemente hasta «hacer lo que realmente quiere hacer». A mantiene sólo la palabra, pero esta ha perdido su significado específico, original.

Una buena manera de evitar la ambigüedad es definir cuidadosamente cualquier término clave que us­ted introduzca: luego, tenga cuidado de utilizarlo sólo como usted lo ha definido. También puede necesitar definir términos especiales o palabras técnicas. Consulte el Apéndice para una exposición del proceso y las trampas de la definición.

 

 



[1] Skeptical Essays, Londres, Allen and Unwin, 1977, p. 127.

[2] Este pasaje es de Talcott Parsons, Societies: Evolutionary and Com­parative Perspectives, Englewood Cliffs, NJ, Prentice Hall, 1966, p. 56. Debo la cita y la versión corregida que sigue a Stalisnas Andreski, Social Science as Sorcery, Nueva York, St Martin's Press, 1972, capítulo 6.

[3] «The Secret War in Brazil», The Progressive, agosto de 1977.